Algunos estudios recientes indican que los gobiernos cuentan con un margen apreciable para utilizar el salario mínimo como herramienta política.
Primero, investigaciones indican que el aumento al salario mínimo y el nivel de empleo no se contrarrestan, lo que significa que un incremento al salario mínimo no necesariamente disminuye los niveles de empleo; es decir, que el aumento tiene un efecto muy limitado sobre el empleo, lo cual puede ser positivo para el ingreso de la persona y aumentar la demanda nacional de productos.
Segundo, varios estudios indican que el salario mínimo justo contribuye a reducir la desigualdad salarial. De hecho, en los últimos años, tanto en economías desarrolladas como en economías emergentes y economías en desarrollo, un número cada vez mayor de gobiernos ha utilizado el salario mínimo como herramienta de política eficaz contra la desigualdad salarial.
Otras investigaciones apuntan a que la negociación colectiva es otro instrumento del mercado de trabajo, que goza de gran reconocimiento como instrumento fundamental para resolver la desigualdad en general y la desigualdad salarial de manera particular.