En el ámbito laboral existen tareas tan complejas de entender como la docencia. Y no, no es que sea difícil de comprender en términos de forma (pues cuando uno habla de enseñanza, el asunto es obvio: existe un profesor o profesora que atiende a un alumnado diverso), sino que lo complejo está en el fondo: se trata de personas que educan a otras personas. Es una actividad laboral que tiene que abarcar diversos aspectos humanos sensibles, es decir, aquellos que nos exigen dar un vistazo al mundo con nuevos ojos, más abiertos, intuitivos, y analíticos, capaces de comprender ciertos tópicos que no son comprensibles a simple vista, ya que, en palabras de Carlos Marx: “la manera como se presentan las cosas no es la manera como son; si las cosas fueran como se presentan, la ciencia entera sobraría”.
Observemos, por ejemplo, el mundo en el que nos desarrollamos y vivimos hoy: muchas de las nuevas luchas sociales tienen que ver, ya no con derechos básicos fundamentales del ser humano, sino con inquietudes o problemáticas completamente nuevas. El mayor ejemplo de esta evolución de luchas humanas se encuentra en los aspectos relacionados con el trabajo y con el tiempo que se dedica al mismo. Épocas atrás, el ser humano pugnaba por la no explotación, por censurar y derribar todo tipo de abuso que pudiera cometerse contra hombres, mujeres y niños en aras de mayor productividad, lo que significaba mayores beneficios para el empleador. Esta batalla determinó mucho de lo que hoy vivimos: condiciones favorables de trabajo, obtención de prestaciones, derechos básicos, organizaciones gremiales para la defensa de estos derechos, mejores salarios, pero sobre todo, el tiempo que se dedica al trabajo. Este último es el más importante de todos, pues cambió por completo nuestra concepción del mundo: existe un tiempo determinado para las labores y otro para nuestro goce, sea del tipo que más se prefiera.