La violencia, entendida como el uso deliberado de la fuerza o poder contra otra persona con la intención de causar perjuicios físicos, psicológicos, económicos y sociales, es un fenómeno que nos compete a todos. La violencia puede encontrarse en todo tipo de relación interpersonal, independientemente del contexto donde se ejerza. El ámbito laboral no es la excepción. Prueba de ello son los estudios llevados a cabo por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), donde las elevadas tasas de agresiones físicas, sexuales y psicológicas, halladas a través de diversas categorías profesionales en muchos países, revelan a los centros de trabajo como contextos donde se generan y reproducen dinámicas violentas que comprometen la integridad física y psicológica de los empleados (OIT, 1998). Sin embargo, fue hasta hace un par de décadas cuando la problemática de la violencia comenzó a identificarse como un factor de riesgo en las relaciones de trabajo en la mayoría de los países, abordando principalmente la violencia física y sexual.